Por Ricardo Luis Mascheroni -docente-
Mientras que desde distintos lados se alzan voces sobre la necesidad de relanzar la integración latinoamericana, para campear las consecuencias de la crisis económica y sanitaria producto de la pandemia, en base a objetivos comunes para mejorar la calidad de vida de nuestros pueblos, en Argentina estamos lejos como Nación, de haber internalizado estas cuestiones y el proceso de dispersión sectorial e individual se agudiza.
Frente a ello debemos preguntarnos: ¿Podemos avanzar en un proceso de complementación regional externo, sin antes haber ordenado las cuentas internas?
Es evidente que como país no hemos zanjado nuestras diferencias profundas, desde lo histórico, social, económico e institucional y en este devenir, las fracturas y los divorcios se han profundizado a niveles nunca vistos.
Nos hemos convertido en la acumulación de compartimientos estancos y sin visiones de conjunto, nada nos integra y todo nos separa.
Mirar el pasado ayuda al futuro, pero vivir en el pasado o en lo peor del pasado, llevan a que el futuro se torne incierto.
En esa dirección, debemos entender que los pueblos que no logran sintetizar sus aspiraciones en un mecanismo de compatibilización de intereses básicos, difícilmente pueden resolver las cuestiones que hacen a su marcha como sociedad organizada, en paz y con justicia social de cara al futuro.
Argentina, en otras épocas históricas apeló a pactos fundacionales para superar crisis, desfasajes y la falta de gobernabilidad que lo ha caracterizado, pero siempre lo hizo con una visión de transcendencia, grandeza y de consolidación jurídica institucional, más allá de que se puedan compartir o no las filosofías de esas concepciones estratégicas.
Dentro de esos acuerdos o hitos primigenios podemos citar el Congreso de Tucumán, los Pactos Federales y la Constitución del 53, la pujanza de la generación del 80, el alumbramiento de la Unión Cívica Radical y a mediados del siglo pasado el fenómeno del peronismo. Sin dejar de mencionar a Raúl Alfonsín, en su defensa irrestricta de la Democracia.
Insisto, podemos adherir y aceptar o no, a la filosofía o necesidades de esas profundas transformaciones ideológicas, económicas y sociales, lo que no se puede es desconocer su importancia en la vida de nuestro país.
También podríamos preguntarnos si en la actualidad, esas ideas fuerzas de tal naturaleza y que ayudaron a nuestra identidad, cohabitan entre nuestras prioridades, urgencias o la materialización de políticas?. La respuesta debe ser: indudablemente que no.
Si nos preguntáramos cuál es nuestro problema como pais?, desde distintos ámbitos y según los intereses y la característica de quién responda, la respuesta sería; la situación económica, el dólar, la falta de seguridad jurídica, la inseguridad, etc.
Si el análisis se profundizara y no nos quedáramos en lo anecdótico, veríamos que cada uno de esos problemas son nada más y nada menos que distintas manifestaciones del único y verdadero problema que padece la República, que es la falta de un pacto de gobernabilidad en un sentido amplio, que fije reglas de juego claras, hoy inexistentes, que pergeñe una idea de país viable y factible, con compromisos puntuales de parte del gobierno, pero también de todos los sectores sociales y de la oposición política, que en muchos casos más que un adversario, ha devenido en enemigo al que se debe aniquilar.
Solo los grandes estadistas en el mundo pergeñaron estos acuerdos, pese a que algunos lograron materializarlos y otros no, pero merece destacarse a Winston Churchill que frente a la crisis de la guerra, dijo: “Ya he completado la parte más importante de esa tarea. Se ha formado un gabinete que representa, con el laborismo, la oposición y los liberales, la unidad de la nación.”, o el Pacto de La Moncloa en España.
Cuando se trata de salvar a una Nación de grandes adversidades, ningún esfuerzo es poco, ya que nadie se salva solo.
En esa dirección, la vice presidenta Cristina Fernández acaba de decir: “la Argentina es ese extraño lugar en donde mueren todas las teorías. Por eso, el problema de la economía bimonetaria que es, sin dudas, el más grave que tiene nuestro país, es de imposible solución sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina. Nos guste o no nos guste, esa es la realidad y con ella se puede hacer cualquier cosa menos ignorarla.”
Esta afirmación está marcando el verdadero camino que se debe transitar en nuestro país, el tiempo será testigo de si hemos tenido la inteligencia suficiente para hacerlo realidad.
Ricardo Mascheroni –Docente-