CIENCIA Y SABIDURÍA


Por Hugo Polcan

Una vez finalizada la pandemia ¿dónde encontraremos el respaldo que nos oriente en la reconstrucción de nuestra vida personal y social? ¿Será la ciencia una guía suficiente? ¿Nos asegurará un buen camino la política? ¿Los resultados de la economía se han mostrado exitosos para una vida sana?

Las dos ciencias

En la historia de nuestra cultura, los siglos XV a XVIII sorprendieron al mundo con un avance científico y tecnológico nunca visto hasta entonces. Fue la época de los descubrimientos, de los viajes, de los inventos. Y la Razón se impuso como el valor principal, que  a través del Progreso indefinido prometía llevar al hombre, por sus propias fuerzas, a un mundo feliz. Se unieron el Positivismo en el conocimiento, el Racionalismo en lo filosófico, el afán libertario en lo político y la Secularización en las costumbres. En síntesis: el Modernismo transformó el mundo.

Pero en 1883, W. Dilthey, un destacado filósofo de la época, estableció una clasificación de las ciencias que impactó en el mundo intelectual. Señaló que los principios y los métodos de la ciencia entonces vigente eran inaplicables a ciertas realidades humanas y distinguió Ciencias de la Naturaleza y Ciencias del Espíritu.

Las primeras, con sus modelos físico-químicos, buscan la explicación de los fenómenos naturales mediante procesos deductivos,  y controlar esas fuerzas a través de la Técnica.  Pero hay áreas del conocimiento, como la psicología, el derecho, el arte, la historia y la ética, que mediante la captación del sentido, buscan la comprensión y la significación  de las realidades humanas.

Estas son ciencias tan legítimas como las primeras. Y todo esto implicó una jerarquización de las ciencias humanísticas y una mayor valoración de lo  humano y sus complejidades. Al mismo tiempo, fueron una señal del progresivo derrumbe del Modernismo.

 Esa clasificación ha llegado a nuestros días con una versión algo más superficial y acaso poco feliz: hoy se suele hablar de ciencias duras y ciencias blandas. Pero la diferenciación sigue siendo legítima.

El conocimiento científico no basta

Hemos desarrollado tantos medios sofisticados a escala mundial que hemos llegado a creer que lo resolverían todo. Hemos alcanzado tanto a asomarnos al cosmos y a dominar distancias siderales como a penetrar en el interior del átomo y en las realidades nanotecnológicas, pero no hemos conseguido evitar las guerras, las epidemias y el hambre y vivir en paz. Y todo el Progreso se nos puede derrumbar si no aprendemos a llevarnos bien entre nosotros. Es cierto que puede parecer poco práctico  hablar de cosas como la “sabiduría”,  saber quiénes somos, etc., ya que en apariencia reporta poca utilidad.

Pero resulta una necesidad vital querer “entender el sentido de las cosas”. No nos  basta con vivir, sino que queremos saber para qué vivimos. No es suficiente  “resignarse al destino” o a “las leyes de la naturaleza”. Queremos  comprender el porqué de las cosas, su sentido y su finalidad.   Deseamos tener claridad acerca de nuestra propia vida, de nuestras dificultades y nuestros sueños. Y cómo reflexionaron otros sobre estos temas antes que nosotros. Por lo tanto, saber vivir, encontrarle el sentido a la realidad, poder reflexionar y tomar decisiones atinadas no es poca cosa.

Eso es lo que nos propone la Sabiduría.  Ella busca dar respuesta a cómo cada uno tiene que encontrar y construir su propia vida y hacerla más feliz, más lúcida y más libre. Con ella, las cosas que hago adquieren un significado y un propósito. La vida se hace más clara, simple y directa, en lugar de lo incierta, ansiosa y confusa que se nos muestra en el estilo de vida actual.
Tan importante como  saber lo que otros han enseñado es aprender a pensar, con su ejemplo y sabiduría, por nosotros mismos. Y  asumir la posición de  ser coherentes y aplicarla a nuestra propia vida. Entender que estamos aquí para vivir, no sólo para durar. Algunos, no sin acierto, señalan de la Sabiduría su aspecto  beneficioso, ya que resulta una forma de prever consecuencias y actuar según las decisiones más convenientes.  Ella brinda un saber práctico que da herramientas útiles para la vida cotidiana en un mundo incoherente,  cambiante e incierto. La inteligencia no basta; por eso hoy se habla de “inteligencia emocional” (D. Goleman) y “de pensamiento lateral” (E. de Bono).

El valor de la Sabiduría como una virtud es reconocida en múltiples fuentes culturales, filosóficas y religiosas. Ella, por ejemplo, corre por las venas de toda la Biblia. Y todas las líneas de pensamiento acerca de lo humano están de acuerdo en que no puede haber suficiente felicidad, serenidad y paz interior gozosa y lúcida, sin el uso de la razón, la reflexión y la conciencia de sí.  Un musulmán, un cristiano y un judío pueden entenderse y dialogar porque hay algo en la sabiduría profunda que hace que encuentren en ella la esencia del ser humano.

Lo opuesto a la sabiduría es la estupidez. Si bien la inteligencia no basta, tenemos que aspirar a vivir lo más inteligentemente posible. Porque hay mucha inteligencia en las ciencias, en los negocios, en la economía, pero a veces también mucha falta de sensatez en la vida de los políticos, de los gobernantes, de los economistas y de los científicos.  Se puede estudiar durante años y, sin embargo, no tener sabiduría, cuando no se posee la capacidad de aplicar adecuadamente los conocimientos adquiridos. La Sabiduría es algo distinto de las habilidades cognitivas medidas usualmente por los exámenes de inteligencia. Supone madurez personal; por eso, suele ser de pocos. La inteligencia sólo transforma nuestra existencia y la ilumina cuando se acerca a la sabiduría.  Aun hoy sigue vigente la verdad de las palabras de Ignacio de Loyola: “No el mucho saber satisface el alma, sino el sentir y gustar de la cosas internamente”.  Confluyen aquí los dos significados del sapere latino: el saber y el saborear. La felicidad del hombre está en lo que es el propósito de la sabiduría: que  encuentre su lugar.

La Sabiduría como el arte de vivir

La sabiduría es un saber muy particular que no pertenece a ninguna ciencia. No se trata de una teoría sino de una práctica, de una experiencia. Es una cualidad de quien posee una adecuada cantidad de conocimientos y se distingue por usarlos con prudencia y sensatez. Se desarrolla con el tiempo, a partir de las experiencias propias y ajenas y de la observación y la reflexión sobre la vida. Dota al individuo no sólo de un conocimiento,  sino de algo experimentado y ganado como un tesoro personal.
La sabiduría es una modalidad del carácter que se va construyendo como disposición a actuar de determinada manera. Se van integrando creencias y modalidades de acción, se van naturalizando y forman un verdadero ordenamiento interno que guía la conducta. Puede ser desarrollada por la experiencia, guiada y estimulada, pero no propiamente enseñada o trasmitida si el receptor no lo incorpora personalmente como experiencia vivencial.
Se desarrolla con la aplicación de la inteligencia a la experiencia propia, obteniendo conclusiones que nos dan un mayor entendimiento de las cosas.  Al reflexionar, logramos un discernimiento de lo verdadero y lo falso, de  lo bueno y lo malo. Así aprendemos a resolver problemas, evitar o impedir peligros, alcanzar ciertas metas, o aconsejar a otros. Es una forma especialmente bien desarrollada de sentido común y de sano juicio.
Tomás de Aquino define la sabiduría como “el conocimiento acertado de las causas más profundas de las cosas” (In Metaphysica, I, 2). Para él, la Sabiduría es la que ordena y evalúa todos los conocimientos.

Podemos decir también que la Sabiduría es un estilo habitual decomportamiento que incluye:                                                                        

Aceptación de la realidad. Una conducta humana normal supone acercarse a la realidad con una actitud abierta, exenta de prejuicios, que permita una visión clara y objetiva de las cosas. Con esto se obtiene “ver la cosas como son”. En cambio, las interferencias emocionales (deseos y temores, simpatías y antipatías, fuerzas del inconciente, etc.) distorsionan el pensamiento, así como los prejuicios impiden una deseable “neutralidad desapasionada” y enturbian la percepción. Pero, al mismo tiempo, se requiere acercarse al mundo con una actitud afectiva bien dispuesta, “fresca y pura”, que crea una “connaturalidad emocional sintónica” con las cosas, una confianza básica para ver el mundo como “amparo” y no como terreno hostil. El sabio ama las cosas.
Eso permite la Comprensión. Se trata no sólo de conocer las realidades, sino darse cuenta de su significación, captar su sentido y sus interrelaciones, tratar de entender qué lugar ocupa cada cosa en el mundo. Por ejemplo: no sólo conocer un objeto cualquiera (vg. un mate): su forma y dimensiones, sus cualidades físicas, etc., sino también  entender qué significado tiene para la vida del hombre de campo, su simbolismo cultural, la historia de las costumbres, etc. Las mentalidades “racionales” o intelectualizadas (que los psicólogos llaman estructuras obsesivo-compulsivas) poseen rasgos de rigidez caracterológica cuyo esquematismo mental las hace torpes para la acción, inadecuadas  para tomar decisiones  y carentes de una flexibilidad como para abordar las situaciones complejas y cambiantes. Se aferran al texto e ignoran el contexto.
En cierto modo, la Sabiduría también podría ser definida simplemente como la forma mejor desarrollada del sentido común. Ellaimplica amplitud de conocimiento y profundidad de entendimiento, que son los que aportan la sensatez y la claridad de juicio y de previsión. Así como la insensatez adquiere su máxima peligrosidad cuando personas faltas de experiencia o carentes justamente de la Sabiduría necesaria, mostrando un grado supremo de irresponsabilidad, asumen la función de gobernar.  ¡Ay de los pueblos en esos casos!

Pero el hombre está hecho para actuar, para responder a situaciones y tomar decisiones. Y la Sabiduría proporciona al individuo herramientas para el acertado discernimiento y discreción (saber distinguir entre varias opciones) aquello que es conveniente y lo que no, cuál es el camino mejor.
En la Sabiduría se conjugan el pensamiento y la acción.  Es una forma integrada de pensar y de actuar: saber juzgar para saber obrar.  O, si queremos, es un saber vivir, aprender a pensar lúcidamente para vivir sanamente. Así, también puede definirse como la capacidad de adquirir información y de utilizarla de la manera más positiva y beneficiosa posible, tanto para sí mismo como para los demás.  Y es característica de aquéllos que observan una conducta prudente y sensata en las distintas áreas de su vida. En esas condiciones, me libero de las reacciones tontas que más tarde lamento.
Esa capacidad, que es un aspecto de la Sabiduría, se llama Prudencia. Esta  significa “percibir la realidad con claridad y conocimiento suficiente, evaluar los pro y los contra de cada posibilidad y decidir la opción más adecuada para las finalidades propuestas”. Esta es la virtud más valiosa en un gobernante y en todos los que tienen alguna función de dirigir y atender al bien común. La serenidad en la mente, el equilibrio en el corazón y la firmeza en la voluntad y en las manos definen el don del prudente. Esto supone reflexión (evaluación libre de impulsividad) antes de actuar y autoconfianza durante la acción. El temor y las dudas son los grandes enemigos de la decisión, paralizan y muchas veces destruyen grandes posibilidades.
Pero todo esto tiene valor si el proceso está impregnado de un sentido ético según el cual no todo camino es lícito y toda acción debe estar orientada al bien común. Cualquier matiz de egocentrismo deslegitima la autenticidad de la persona sabia.  Esta debe estar dotada de un profundo sentido moral: su valor radica en que quien actúa con sabiduría estará siempre guiado por el bien. La sabiduría y el recto juicio ético se integran dando como resultado un individuo que se comporta con sano juicio. De este modo, la ética culmina en la sabiduría y en la felicidad.
La sabiduría puede ser llamada la ciencia del obrar humano. Es una búsqueda noble, útil y llena de alegría.   Nos libera de la inutilidad, del sinsentido, de la incompetencia, de la superficialidad y del vivir en vano. Nos da un estado de lucidez que nos permite una apreciación de lo que vale la pena en la vida. Y genera una existencia responsable y digna, y la posibilidad de gozarla.  En síntesis: La Sabiduría trata de responder a la pregunta: ¿Qué es bueno para el hombre?   Al fin y al cabo, toda psicoterapia tiene por finalidad acompañar a la persona a aprender el arte de vivir; a vivir con sensatez; o sea: el camino de la sabiduría.


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