EL CAMINO DE LA NATURALIDAD


Por Hugo Polcan

El estilo de vida actual, con el predominio de los ritmos vertiginosos y la multiplicidad de estímulos, tiende al olvido de valores de la vida humana que merecerían atención y cultivo y determinan un predominio de la ansiedad, el desorden y la superficialidad. Lo artificial ha inundado lo natural y no siempre con resultados favorables.

 Una de esas condiciones, suficientemente valiosa como para ser atendida y que nuestra cultura ha echado al olvido, es la naturalidad.

La conducta natural

Llamamos naturalidad a la modalidad propia de la persona sin subterfugios, trasparente en las intenciones, de mirada clara y directa y de conducta llana y sin afectaciones. 

La naturalidad es un modo de comportamiento que, por su esencia esclarecedora, conduce a la solución de la mayoría de los conflictos humanos, nos evita errores del pensamiento y de la acción y nos libera de nudos existenciales que nos quitan libertad. Está exenta de complicaciones, de  lo innecesario, lo artificial y lo falso y hace que nuestras energías se encaucen en caminos de eficiencia y nos libra del desgaste mental. 

Y podemos señalar, como sus componentes esenciales, la objetividad, la flexibilidad, la serenidad y la apertura social.

Las cosas tal cual son

La persona objetiva asume las cosas como son, con realismo y aceptación de la realidad, simplemente, sin deformarlas ni acomodarlas a sus deseos Y es de un lenguaje claro, sencillo y sincero, sin rebuscamientos ni complicaciones. O sea: está exenta de una perspectiva egocéntrica subjetivista o fantasiosa.  

Los jóvenes hoy expresan esto diciendo:”Es lo que hay”. Y no estuvo lejos del acierto quien expresara: “la única verdad es la realidad”.

Comienza un camino genuino quien se acerca a las coas sin prejuicios ni preconceptos, con una mirada limpia que se deja impresionar por la realidad.

La mentalidad flexible

La persona de flexibilidad mental posee una mentalidad ajena a esquemas rígidos, atiende a otras opiniones y es capaz de incorporar nuevas posiciones y rectificar sus errores.

Está abierta al cambio y a la aceptación de la diversidad, alejada del  dogmatismo. No atiende a nimiedades, es de espíritu amplio y comprensivo de las limitaciones cuando las cosas no están tan bien cuanto debieran.

 Sabe que toda regla tiene su excepción y cuando se trata de normas y prescripciones no se aferra a la letra sino que es capaz de interpretarlas según el espíritu de la ley.

Sostener la paz interior

  La actitud serena es el polo opuesto a la de la ansiedad. Tiene la capacidad de evitar que los afectos invadan la razón. Y no es “espontaneidad descontrolada”, que confunde naturalidad con impulsividad.

 No “pierde la cabeza” ante las situaciones críticas, dispuesta a tolerar las emergencias y a encontrar soluciones. No queda adherido a la crisis presente ni

responde con la reacción irreflexiva, agitada y ansiosa, sino tiene una visión prospectiva de ir construyendo para el futuro. “Mira para adelante”.

La serenidad nos libra de entrar en callejones sin salida y con desgaste innecesario.  En síntesis: piensa como corresponde antes de actuar y mantiene la calma en medio de la dificultad. Pero su equilibrio no consiste en asumir una actitud distante, racional y no comprometida, sino que supone aceptar todo aquello que es imposible cambiar, mantener la conciencia de la situación presente y cambiar cuanto sea posible y conveniente.

Esa entereza, capaz de sostener la paz interior, supone seguridad y es un valioso indicio de salud mental.

El espíritu abierto a los otros

 Todos los rasgos mencionados determinan una valiosa actitud del carácter: la apertura social. Denota esa disposición quien establece vínculos con facilidad y no muestra actitudes defensivas ni de desconfianza hacia los otros.

 Posee una disposición benevolente. Más bien percibe los rasgos positivos del prójimo, los aprecia y no se focaliza en los defectos y genera un buen clima, En lo posible se lleva bien con todos, recordando que “el sol sale para todos y la lluvia cae sobre los campos de justos e injustos” sin discriminación.

La naturalidad vive en la atmosfera de la verdad. Y justamente el factor más tóxico que impregna el aire de nuestra vida pública en la actualidad es la artificialidad, la falta de confiabilidad y de sinceridad. Hoy tienen primacía todas las variables de la mentira y la inautenticidad: la falsedad de las intenciones, la traición de los pactos, la falta de transparencia y la simulación Casi la totalidad de los políticos ha perdido la confianza de la población. Hasta autoridades de máximo jerarquía denotan un nivel lamentable, de carencia de envergadura y de lenguaje chabacano. Y pasamos vergüenza ante el mundo, mostrándonos “un país de locos”.

Adolecemos de una falta de valoración de lo genuino, de lo auténtico, de lo correcto. Y el escenario público se va pareciendo cada vez más a la pobre vidriera de  un cambalache.(1). Se hace necesaria la convicción de que sin confianza y sin respeto es imposible la vida social.

Donde haya naturalidad en la conducta habrá salud psicológica en las personas y calidad en los vínculos. 

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  1. No pudo haberlo dicho mejor el verbo porteño:

 Igual que en la vidriera irrespetuosa
De los cambalaches se ha mezcla’o la vida
Y herida por un sable sin remaches
Ves llorar la Biblia junto a un calefón

(E. Santos Discépolo)


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