BELGRANO Y EL CONTRABANDO


Por Ricardo Luis Mascheroni -docente-

En los últimos tiempos, “escasos medios” de comunicación, nos han anoticiado de la actitud recurrente de algunos sectores, presumiblemente de alto poder económico (ricos), que se han volcado con ahínco, al floreciente “negocio” del contrabando y la evasión.

A partir de procedimientos de distintos organismos del Estado, hemos conocido la magnitud de los ilícitos y que no hay rubro que no haya sido contaminado, destacándose elementos como: máquinas para el minado de criptomonedas, picanas eléctricas, gas pimienta, juguetes, medias y cosméticos, electrónica, arenas, equipos informáticos en desuso, toros de raza, comida para animales que es soja, caballos de polo, anteojos de sol y aumento, juguetes sexuales y cuanta cosa más se pueda imaginar.

Y como dicen “los ricos no piden permiso”, podemos sospechar que ello no es ninguna novedad, ni una plaga de los tiempos actuales y que por lo menos, tarde y lento el Estado empieza a combatir, aunque no podamos saber el nombre de los implicados en los hechos.

Hace más de 200 años, el creador de la bandera, se desvelaba sobre el tema y en sus Memorias, decía: “Si es cierto que la repartición de las riquezas hace la riqueza real y verdadera de un país, de un Estado entero, elevándolo al mayor grado de felicidad, mal podrá haberla en nuestras provincias, cuando existiendo el contrabando, se reducirán las riquezas a unas cuantas manos que arrancan el jugo de la patria y la reducen a la miseria”.

Señalaba que mientras los comerciantes honestos esperaban “sabias disposiciones de nuestro supremo gobierno” para solucionar esos males, otros, “amparados en el espíritu cruel de la codicia”, se enriquecían con el “inicuo tráfico del contrabando”, que destruía el comercio lícito y aceleraba la destrucción del Estado.

“El comerciante no conoce más patria, ni más rey, ni más religión, que su interés propio”.

Ellos decía: “Están persuadidos aun, con un orgullo increíble, que su poder es inmenso, y aun les parece que no hay autoridad que los juzgue.”

Y remataba: “Veo empresarios empapados de codicia, que se vuelcan al contrabando acelerando la destrucción del Estado. Jamás han podido existir los Estados luego de que la corrupción ha llegado”.

Como diría Serrat: “entre esos tipos y yo, hay algo personal”.


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